Lo prometido es deuda y amanecer ya amaneció hace algunas horas, así que ya estamos todos aquí (¿animando al Real Madrid?).
Os cuento. Ese día era 24 de Mayo del 2014, y recuerdo especialmente el olor de Madrid al abrir la ventana de buena mañana. Madrid había sido inundado por ese inequívoco olor a fútbol. Ese 24 de Mayo, como toda buena primavera exige, las flores se vistieron de blanco (otras de rojiblanco). El desayuno sabía a Real Madrid, la comida desprendía aroma a victoria, las horas iban pasando, el ambiente se cargaba poco a poco y los nervios escalaron a flor de piel. Inquietud, buenas vibraciones, temblores...todo se arremolinó a la hora de enfundarme la camiseta blanca. Le saqué brillo al escudo, me abracé con la bufanda y salí a la calle con mi orgullo, que para aquel entonces ya había sustituido al 70% de agua que antes había en mi cuerpo.
Nervios, nervios y más nervios. Encaré Castellana. Preciosa, toda blanca. Preciosa, llena de ilusión. Y me encaminé al centro neurálgico, a Concha Espina. Era el momento. Bufandas al viento, gritos al son inundando Madrid, las 20:45 se acercaban y, creedme, se notaba. Por lo visto todos pensamos lo mismo porque no tardamos en salir corriendo hacia nuestros respectivos asientos. ¿Y qué os voy a decir? Nuestro templo, el Santiago Bernabéu, tenía la cara más bonita que le he visto nunca. Allí no cabía ni una persona más, y aunque almas podrían haber cabido muchas, todas estaban en Lisboa dando fuerza a un sueño unánime.
Los gritos se elevaban, las manos empezaban a sudar, las risas eran nerviosas y los abrazos, temblorosos. Ya estábamos listos para la batalla. Y entonces...¡LA CHAAAAAAMPIONS! 20:45 en punto. Madrid paralizada, los ojos abiertos, y los corazones a trescientas pulsaciones por micro segundo.
Y de repente, y sin verlo venir. Gol del Atleti. Espérate que no quiero revivir aquellos once años, espérate que esta vez no nos toca salir con la cabeza gacha. Sin embargo el reloj no nos estaba jugando una buena pasada a los corazones blancos. Corría y corría sin detenerse, y nadie paraba esas malditas agujas, y el balón no entraba, y ¿qué está pasando?, y "nos van a ganar" decían los pesimistas, y gritos, y ocasiones, y palos, y fallos. Y recordé "Hasta el final, vamos Real", y ¡eeeeeehhh, córner!, y todo mi estadio, y las almas de Lisboa, las de Madrid y hasta las de Chiquitistán, todos a la vez recordamos "Hasta el final, vamos Real" y lo expresamos con un "Vamos joder, que se puede". Minuto 92 y mucho. Luka Modric al córner; mira, estudia, analiza...la pone. Y entonces el cielo de Madrid decidió unirse con el de Lisboa, y los gritos de don Santiago, de los hermanos Padrós, de Alfredo, del templo blanco y del madridismo entero decidieron que Sergio Ramos se elevara por encima del mundo entero. Como un titán, como esa ola imparable de veinte metros que se te viene encima, como un huracán de recuerdos, como destruir doce años de mala suerte de un pluzamo. Gol. Minuto 92:48, corazones a cero pulsaciones por minuto. Un segundo de parada cardíaca seguido de un estallido. Recuerdo abrazos, saltos, gritos. Recuerdo lágrimas, recuerdo amigos, padres, hijos, nietos y abuelos. Recuerdo caras, muchas caras, y sonrisas, y también recuerdo exactamente el momento en el que me quedé sin voz. La explosión de emoción más grande que he visto en mi vida. Los sueños de tantos años, de tantas personas...todos esos sueños allí cumplidos. Porque sí, íbamos 1-1, pero todos los madridistas supimos desde ese segundo que los Campeones de Europa seríamos nosotros.
Prórroga. Tráeme el desfibrilador, por favor. Estábamos cerca. El balón rodó otra vez y los jugadores salieron con la furia de un debutante. Los dientes afilados, las pupilas con la copa dibujada. Y como no pudo ser de otra manera. Gol. Las rodillas de Gareth Bale no se, pero las gargantas del Bernabéu se rompieron en ese instante. Recuerdo más gritos, más lágrimas, más abrazos. Recuerdo "somos Campeones de Europa", "Gracias por devolvernos lo que era nuestro". A partir de ahí los goles se sucedieron. Ya nada podía pararnos, ya estábamos en lo más alto. Al final 4-1. Al final Campeones de Europa. Al final el trono devuelto al Rey. Al final, 12 años después, yo seguía con Raúl a la espalda. Y al final, como siempre, el sufrimiento mereció la pena. Porque siempre hay que llegar hasta el final, porque siempre hay que creer, y porque lo bonito de la vida es tener una pasión.
Alba Ruiz.
Os cuento. Ese día era 24 de Mayo del 2014, y recuerdo especialmente el olor de Madrid al abrir la ventana de buena mañana. Madrid había sido inundado por ese inequívoco olor a fútbol. Ese 24 de Mayo, como toda buena primavera exige, las flores se vistieron de blanco (otras de rojiblanco). El desayuno sabía a Real Madrid, la comida desprendía aroma a victoria, las horas iban pasando, el ambiente se cargaba poco a poco y los nervios escalaron a flor de piel. Inquietud, buenas vibraciones, temblores...todo se arremolinó a la hora de enfundarme la camiseta blanca. Le saqué brillo al escudo, me abracé con la bufanda y salí a la calle con mi orgullo, que para aquel entonces ya había sustituido al 70% de agua que antes había en mi cuerpo.
Nervios, nervios y más nervios. Encaré Castellana. Preciosa, toda blanca. Preciosa, llena de ilusión. Y me encaminé al centro neurálgico, a Concha Espina. Era el momento. Bufandas al viento, gritos al son inundando Madrid, las 20:45 se acercaban y, creedme, se notaba. Por lo visto todos pensamos lo mismo porque no tardamos en salir corriendo hacia nuestros respectivos asientos. ¿Y qué os voy a decir? Nuestro templo, el Santiago Bernabéu, tenía la cara más bonita que le he visto nunca. Allí no cabía ni una persona más, y aunque almas podrían haber cabido muchas, todas estaban en Lisboa dando fuerza a un sueño unánime.
Los gritos se elevaban, las manos empezaban a sudar, las risas eran nerviosas y los abrazos, temblorosos. Ya estábamos listos para la batalla. Y entonces...¡LA CHAAAAAAMPIONS! 20:45 en punto. Madrid paralizada, los ojos abiertos, y los corazones a trescientas pulsaciones por micro segundo.
Y de repente, y sin verlo venir. Gol del Atleti. Espérate que no quiero revivir aquellos once años, espérate que esta vez no nos toca salir con la cabeza gacha. Sin embargo el reloj no nos estaba jugando una buena pasada a los corazones blancos. Corría y corría sin detenerse, y nadie paraba esas malditas agujas, y el balón no entraba, y ¿qué está pasando?, y "nos van a ganar" decían los pesimistas, y gritos, y ocasiones, y palos, y fallos. Y recordé "Hasta el final, vamos Real", y ¡eeeeeehhh, córner!, y todo mi estadio, y las almas de Lisboa, las de Madrid y hasta las de Chiquitistán, todos a la vez recordamos "Hasta el final, vamos Real" y lo expresamos con un "Vamos joder, que se puede". Minuto 92 y mucho. Luka Modric al córner; mira, estudia, analiza...la pone. Y entonces el cielo de Madrid decidió unirse con el de Lisboa, y los gritos de don Santiago, de los hermanos Padrós, de Alfredo, del templo blanco y del madridismo entero decidieron que Sergio Ramos se elevara por encima del mundo entero. Como un titán, como esa ola imparable de veinte metros que se te viene encima, como un huracán de recuerdos, como destruir doce años de mala suerte de un pluzamo. Gol. Minuto 92:48, corazones a cero pulsaciones por minuto. Un segundo de parada cardíaca seguido de un estallido. Recuerdo abrazos, saltos, gritos. Recuerdo lágrimas, recuerdo amigos, padres, hijos, nietos y abuelos. Recuerdo caras, muchas caras, y sonrisas, y también recuerdo exactamente el momento en el que me quedé sin voz. La explosión de emoción más grande que he visto en mi vida. Los sueños de tantos años, de tantas personas...todos esos sueños allí cumplidos. Porque sí, íbamos 1-1, pero todos los madridistas supimos desde ese segundo que los Campeones de Europa seríamos nosotros.
Prórroga. Tráeme el desfibrilador, por favor. Estábamos cerca. El balón rodó otra vez y los jugadores salieron con la furia de un debutante. Los dientes afilados, las pupilas con la copa dibujada. Y como no pudo ser de otra manera. Gol. Las rodillas de Gareth Bale no se, pero las gargantas del Bernabéu se rompieron en ese instante. Recuerdo más gritos, más lágrimas, más abrazos. Recuerdo "somos Campeones de Europa", "Gracias por devolvernos lo que era nuestro". A partir de ahí los goles se sucedieron. Ya nada podía pararnos, ya estábamos en lo más alto. Al final 4-1. Al final Campeones de Europa. Al final el trono devuelto al Rey. Al final, 12 años después, yo seguía con Raúl a la espalda. Y al final, como siempre, el sufrimiento mereció la pena. Porque siempre hay que llegar hasta el final, porque siempre hay que creer, y porque lo bonito de la vida es tener una pasión.
Alba Ruiz.